En Tijarafe, como en el resto de la isla de La Palma, la cultura tradicional ha sido siempre, y sigue siéndolo, algo vivo, siempre presente en el quehacer cotidiano de sus gentes. Esta isla cuenta con uno de los conjuntos de saberes y técnicas artesanas más interesantes, variadas, ricas y mejor conservados de España, un país ya de por sí artesano por excelencia dentro del contexto europeo. Las piezas artesanas de La Palma cargan con siglos de tradición a sus espaldas. Su funcionalidad y diseño responde a las aportaciones realizadas por generaciones de creadores, buscando siempre ante todo obtener piezas prácticas y perdurables, por encima de criterios estrictamente estéticos. La esencia de la estética de estas piezas artesanas reside, precisamente, en esa maximización del sentido práctico en su confección, aunando el gusto por el trabajo bien hecho. En una sociedad mercantilizada hasta límites insoportables como en la que vivimos, la existencia de unas producciones artesanas que no se atienen
a las leyes del dinero ni del tiempo sino al gusto por obtener un trabajo donde la calidad no es ponderable con divisas, supone un soplo de aire fresco que nos hace recapacitar sobre la verdadera esencia de lo genuino, de lo auténtico, de lo nuestro.
En la actualidad puede que se haya perdido el sentido práctico de estas piezas artesanas, desplazadas por la llegada de nuevos materiales y nuevas necesidades. Pero su esencia sigue ahí, ennobleciendo y cargando de aromas populares y ancestrales a los recintos que las acogen. Y es precisamente dentro del contexto del gusto actual por la decoración con sabor tradicional donde la artesanía de Tijarafe y de La Palma obtiene su justo reconocimiento. Estos gustos pasarán, como cualquier tendencia de moda, pero las piezas artesanas de nuestra tierra permanecerán siempre vivas como perenne memoria del ingenio y el buen hacer de nuestros antepasados.